
Consumir agua es fundamental para nuestro organismo. Permite el transporte de nutrientes, lubrica nuestros tejidos y nos permite recuperar sales minerales que perdemos . Pero beber cualquier agua no da lo mismo, de hecho éstas tienen distinta clasificación según su origen. Conózcalas.
El agua puede ser:
Potable: apta para la alimentación y uso doméstico. Debe ser incolora, inodora e insípida y cumplir con las exigencias sanitarias. Contiene sodio, potasio, calcio, magnesio, cloro, azufre y fósforo.
Mineral: proviene de aguas subterráneas de vertientes y manantiales. De composición química especial, con grado de mineralización inferior a 1,5 gramos por litro, y envasada en el mismo lugar de origen. Contiene minerales en variadas combinaciones.
Dentro de éstas encontramos las gaseosas (cuyo gas carbónico viene de la fuente natural ) y las gasificadas (cuyo gas es incorporado a presión). De las gaseosas y gasificadas se producen: aguas isotópicas, energizantes y vitaminizadas (que frecuentemente usan deportistas)
Termal: agua que surge de alguna fuente termal, y que tiene altos contenidos de sales minerales.
Soda: agua potable tratada por filtración, ablandamiento y gasificada. Esta se embotella en sifones para conservar el gas.
Purificada: agua obtenida por destilación u otro proceso que cumpla con las mismas normas del agua potable y permita que su composición sea similar.

¿El agua mineral es igual al agua potable?
Según los expertos, la principal diferencia entre el agua mineral y el agua potable radica en que la primera proviene de una fuente natural que no tiene ningún tipo de tratamiento, ni procesamientos. El agua potable en cambio, puede venir con contaminación y necesita ser filtrada y procesada.